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sábado, 8 de diciembre de 2007

Visita a Zaragoza

Ante tantos días de puente y a pesar de tener exámenes justamente los días posteriores al mismo, ayer viernes salimos rumbo a Zaragoza con la única finalidad de pasar el día. Ir a la capital del reino es para nosotros casi un acto excepcional. Será que somos muy perezosos, será que tenemos más cerca Cataluña y nos acercamos a Lérida en tan sólo 20 minutos… La cuestión es que hacía ya más de tres años que no pisábamos Zaragoza, y en esa ocasión fue solamente de paso, en el viaje de vuelta de nuestras vacaciones en Navarra. Y sin embargo, ir a Zaragoza siempre me causa una emoción que nunca me ha causado ir a Lérida. Ya desde pequeña, en las contadas ocasiones que fui con mis padres, sentía algo especial. Hace poco, en un espectáculo de monólogos humorísticos en que diversos artistas locales participaban, hubo uno que aunque de forma jocosa aludía al hecho emocionante que él experimentaba conforme iba llegando a Zaragoza, expresaba lo que seguramente muchos aragoneses sentimos al visitarla. Ese trimilimilim, trimilimilim, trimilimilim, trim, trim (léase siguiendo los acordes de una jota aragonesa) que te invade por dentro al divisar su imponente Basílica y nuestra pequeña patrona, la Virgen del Pilar, que acapara la atención tanto de fieles devotos como de curiosos turistas.

No concibo, pues así me lo enseñaron de pequeña, ir a Zaragoza y no pasar por el Pilar para ver a la Virgen.Y así continuamos nosotros la tradición con nuestras hijas. Ayer, en un paseo por el centro de Zaragoza, nos acercamos a la plaza del Pilar donde había instalado un belén a tamaño real, ambientado con sonidos y vegetación real. Posteriormente, abriéndonos paso entre las famosas palomas que habitan el exterior del templo, entramos en la basílica para ver a la patrona.

Cumplido nuestro deber, nos dispusimos a pasear un poco más por la ciudad y finalmente visitar la tercera planta de El Corte Inglés que es donde están los juguetes para que las niñas fueran tomando nota de los regalos para la carta a los Reyes. La verdad es que resultó un poco agobiante debido a la gran cantidad de gente que estaba aprovechando estos días para hacer sus compras navideñas. Nosotros, por nuestra parte, acabamos el día comprando una vinagreras que en principio pensamos comprar en Ikea, pero que al no gustarnos, decidimos comprar en El Corte Inglés. Por cierto, eso de que todo llega antes y con más intensidad a El Corte Inglés debe de ser cierto. Al salir, observamos las luces de la fachada principal y eso era espectacular. Pero ya se sabe, la gente de pueblo nos sorprendemos por cualquier cosa… Afortunadamente.

1 comentario:

Satrústegui dijo...

No en vano la sabiduría granadina (expresada en una pared) dice "la Navidad está hasta los cataplines del Corte Inglés". Porque todo llega muy pronto.

No sabía que ir a Zaragoza era una experiencia divina. Tendré que ir a experimentar en algún momento la sensación maña de llegar a la capital del Reino de Aragón.