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miércoles, 13 de junio de 2007

Esto se acaba

“esto se acaba, se acaba y no hay más que aceptar dignamente la ruina”

Este es sólo un verso de una canción de Luis Eduardo Aute y que en estos días últimos de clase en el instituto me vienen constantemente a la cabeza cuando escucho los comentarios de los compañeros como una retahíla; como quien pretende animarse a sí mismo y animar a los demás con la frase: ... esto se acaba...

Y es verdad que se acaba. Acaba un año de trabajo que yo sin saber cuando lo elegí a finales de agosto, pronto se reveló como una condena; se acaba un año de constantes decepciones por parte de unos compañeros de trabajo que de lo único que pueden presumir, como “educadores”, es de una mala educación suprema; se acaba un año de constantes vejaciones al ser ignorada sistemáticamente por los que se “creen” tus superiores (cuánta falta de modestia, que en definitiva está incluida en esa mala educación ya mencionada, he percibido y respirado en este instituto hasta casi ahogarme); se acaba un año en el que la poca autoridad que nos queda a los profesores paradójicamente nos ha sido arrebatada por los que supuestamente deberían hacerla prevalecer (la directiva) pero no a costa de desacreditarnos delante de los alumnos. Es muy fácil y también mezquino ganar autoridad ante los alumnos quitándosela al profesor.

Ante este panorama desolador y demoledor de cualquier pequeño resquicio de vocación que aún pudiera quedar, no es de extrañar que ya durante los primeros días de septiembre estuviera ya deseando estar en el día de San Juan. Afortunadamente, como dice la letra de otra canción “todo llega y todo pasa y lo nuestro es pasar” y esto es lo que yo literalmente he hecho este año: ir tirando y sobre todo “pasar” de todo.

Este año ha sido decisivo en mi vida como profesional de la enseñanza. He resuelto dejar la profesión en cuanto encuentre otro trabajo. Sé que es difícil pero tengo la suficiente dignidad todavía para saber que no quiero esto para el resto de mi vida. Es lamentable que una profesión tan loable como la de enseñar esté tan desprestigiada; que el proceso de aprendizaje esté tan menospreciado en esta sociedad que parece caminar de la mano de la ignorancia, de la falta de esfuerzo y de la estupidez. ¿Qué hubiera sido de mí sin mi educación? (las dos: la que me inculcaron mis padres y la que me impartieron mis profesores). Los de mi generación somos animales en extinción; los últimos ejemplares de una especie que supimos valorar la oportunidad única de cultivarnos como no pudieron hacerlo nuestros padres.

Escribo con el dolor de saber que dejo (o mejor dicho dejaré) una profesión que en otros tiempos hubiera sido la más gratificante pero que se hace insoportable en estos tiempos de sobreprotección a nuestros niños y adolescentes, corrompiéndolos a base de cosas materiales que compensen nuestra falta de dedicación, pero también con la alegría de saberme en la recta final de esta larga y dura condena y poder cantar victoria al haber sobrevivido a esta ruina.

6 comentarios:

LaReinaDelSur dijo...

Oooooops! No me gusta nada leerte así, tan tristona.
Esta bien que quieras cambiar de "sector" de trabajo, y si lo tienes claro pues mejor que mejor!
En mi familia hay algún profe que otro y a veces he oído cosas... uf, que cosas!
Pero en el fondo a ellos les gusta, disfrutan haciendo su trabajo, por fortuna no todos los niños son iguales y todavía quedan de los que disfrutan aprendiendo (cada vez menos, eso sí).
Ánimo! que ya falta menos como dice la canción, y a embarcarse en otros proyectos!
Muchos besos!

Anónimo dijo...

Me has dejado de piedra hermosa, sé que el tema de la educación está muy complicado (desde muchos sitios) pero no imaginaba leer algo así desde dentro.
Siento que tengas que tomar una decisión así, me parece injusto y muy triste, pero al menos eres honesta y no te dejas llevar por las "comodidades" del puesto.
La pena es que los padres necesitamos profesores que lo sean de verdad, que se tomen en serio su trabajo, y si vais abandonando....
Suerte de cualquier forma.

Sàlvia dijo...

Me he quedado sin palabras, no porque me sorprenda tu situación (por desgracia sé que no eres la única), sino por el realismo y crudeza con que la expones.

Como madre de un chaval en el instituto, me sabe mal que gente como tú abandoneís la enseñanza, pues "sólo desde dentro se pueden cambiar las cosas", poco a poco. Aunque en determinados momentos pienses que tu labor, tu esfuerzo, no lleva a ningún lugar, eso es falso. Cada grano de arena que aportamos tiene "un efecto mariposa", en positivo (llevo 25 años intentando trabajar con los docentes, desde la biblioteca, y sé perfectamente de que estas hablando).
Respaldo la opción que elijas, pero piensa en los niños y chavales (como tu hija) que se educarán con gente mediocre, funcionarios apotronados, personas que bajo la etiqueta de "profesores" pasan de la EDUCACIÓN.

Los padres, y por supuesto los alumnos, necesitamos gente como tú, implicada, responsable, crítica, que a pesar de todos los problemas vayan a contraviento porque su ética profesional y personal está por encima de toda la vulgaridad académica.
Sé que todo estos son palabras, pero tras ellas hay una fuerte convicción en personas como tú. Tan sólo decirte: qué lástima que estes tan lejos y no le des clase a mi hijo.

Muchos besos y un fuerte abrazo. Ánimo guapísima, "que tu vales mucho".

Sàlvia dijo...

Creo que te interesará leer esta poesia-oración de Gabriela Mistral:
LA ORACIÓN DE LA MAESTRA

A César Duayen

¡Señor! Tú que enseñaste, perdona que yo enseñe; que lleve el nombre de maestra, que Tú llevaste por la Tierra.

Dame el amor único de mi escuela; que ni la quemadura de la belleza sea capaz de robarle mi ternura de todos los instantes.

Maestro, hazme perdurable el fervor y pasajero el desencanto. Arranca de mí este impuro deseo de justicia que aún me turba, la mezquina insinuación de protesta que sube de mí cuando me hieren. No me duela la incomprensión ni me entristezca el olvido de las que enseñé.

Dame el ser más madre que las madres, para poder amar y defender como ellas lo que no es carne de mis carnes. Dame que alcance a hacer de una de mis niñas mi verso perfecto y a dejarte en ella clavada mi más penetrante melodía, para cuando mis labios no canten más.

Muéstrame posible tu Evangelio en mi tiempo, para que no renuncie a la batalla de cada día y de cada hora por él.

Pon en mi escuela democrática el resplandor que se cernía sobre tu corro de niños descalzos.

Hazme fuerte, aun en mi desvalimiento de mujer, y de mujer pobre; hazme despreciadora de todo poder que no sea puro, de toda presión que no sea la de tu voluntad ardiente sobre mi vida.

¡Amigo, acompáñame! ¡Sostenme! Muchas veces no tendré sino a Ti a mi lado. Cuando mi doctrina sea más casta y más quemante mi verdad, me quedaré sin los mundanos; pero Tú me oprimirás entonces contra tu corazón, el que supo harto de soledad y desamparo. Yo no buscaré sino en tu mirada la dulzura de las aprobaciones.

Dame sencillez y dame profundidad; líbrame de ser complicada o banal en mi lección cotidiana.

Dame el levantar los ojos de mi pecho con heridas, al entrar cada mañana a mi escuela. Que no lleve a mi mesa de trabajo mis pequeños afanes materiales, mis mezquinos dolores de cada hora.

Aligérame la mano en el castigo y suavízamela más en la caricia. ¡Reprenda con dolor, para saber que he corregido amando!

Haz que haga de espíritu mi escuela de ladrillos. Le envuelva la llamarada de mi entusiasmo su atrio pobre, su sala desnuda. Mi corazón le sea más columna y mi buena voluntad más horas que las columnas y el oro de las escuelas ricas.

Y, por fin, recuérdame desde la palidez del lienzo de Velázquez, que enseñar y amar intensamente sobre la Tierra es llegar al último día con el lanzazo de Longinos en el costado ardiente de amor.
Besadetes, superprofe.

Unknown dijo...

Gracias por todos vuestros comentarios de ánimo. La verdad es que no estoy en absoluto triste por mí ya que nunca me he dejado poner triste por muy adversas que hayan sido las circunstancias de trabajo.¡Sólo me faltaría aumentar el número de docentes en baja laboral por depresión! No creo que sea de ese tipo. Sé adaptarme a esas circunstancias pero no poder realizar tu trabajo en condiciones, eso sí me apena. Yo no estudié tantos años para acabar aguantando a unos niños malcriados que no les interesa nada lo que tú les estás enseñando.
Afortunadamente y como respiro a este curso infame, este verano voy a dar clases a unos niños (entre ellos va a estar mi hija) que me han pedido clases de inglés para pasar un verano más entretenido. Desde que empecé a trabajar en la enseñanza pública no había vuelto a hacer clases de este tipo. Me he puesto como loca de alegría y ya he empezado a preparar juegos, fichas amenas y sobre todo actividades que no se practican en el aula de un cole debido al poco tiempo que tenemos para dedicar a ciertas destrezas necesarias en el proceso de aprendizaje de un idioma extranjero. Quizás esta experiencia actúe como bálsamo de mis amargas palabras y pueda devolverme la alegría por enseñar. No sé, pero lo que sí sé es que el destino de mi próximo año como interina tendrá mucho que ver en la decisión final.

Clarice Baricco dijo...

Qué triste leer esto, entiendo tu decepción.
Pero no dejes de enseñar. En otros círculos, pero creo que las personas necesitan de ti.

Abrazos.