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martes, 7 de agosto de 2007

De personarum natura

Las personas somos imprevisibles. Y cuando utilizo este adjetivo no me refiero a la sorpresa premeditada y guardada con recelo hasta el momento de ser mostrada o espetada, sino a esa capacidad del ser humano de actuar de un modo sorprendente en unas circunstancias de extrema tensión (sean estas de alegría, nerviosismo, ofuscación o profunda tristeza); esa capacidad de seguir pensando en los demás aun estando inmerso en un problema que demanda toda la atención posible. Hay gestos que, no sólo por ser sorpresivos, sino sobre todo porque a través de ellos reconoces la enorme capacidad compasiva (empática) de algunos seres humanos, son capaces de conmoverte y arrancarte unas lágrimas.

Este fin de semana pasado hemos vivido en casa con un problema de trabajo grave. Lo que en un principio debía ser una guardia tranquila, la última antes de coger las vacaciones de verano, se convirtió, salvo por la hora de comida y las de obligado sueño, en casi un secuestro. De no haber estado de guardia, los hechos no hubieran diferido mucho de cómo en realidad resultaron. El problema, que aparentemente se había ido gestando durante la semana pasada, tuvo su punto álgido durante el fin de semana, debiéndose reunir de urgencia toda la cúpula de la empresa así como los encargados de producción para atajar el que hasta ahora ha sido sin duda el mayor problema que ha debido afrontar esta empresa a lo largo de su ya dilatada y productiva historia en Fraga.

El caso es que después de ser privada de la compañía de mi marido durante dos días enteros, y después de que el problema hubiera sido si no atajado (todavía están trabajando en ello y mi marido sigue pensativo y algo ausente), sí cuando menos visto con más perspectiva y calma, ayer lunes por la noche se presenta mi marido con un detalle que el director de la fábrica había tenido a bien regalar a las mujeres de los trabajadores afectados por la vorágine de trabajo desatada: una caja de bombones y una jarrita de miel. Me la entregó con esa cara que pone él cuando siente que ha tenido que aceptar algo que no merece; como si le diera vergüenza. Yo pensé que eso debía ser un detalle de alguna boda o bautizo pero cuando me explicó el porque de aquel regalo no pude por más que conmoverme y pensar que con lo mal que lo debía estar pasando ese pobre hombre, reunido durante tantas horas y viendo quizás tambalear la imagen y el futuro de la empresa que tan orgullosamente dirige, era todo un detalle pensar en esas esposas que pacientemente han esperado a que sus maridos llegaran a casa cansados y abatidos por los hechos.

Son gestos como estos los que te hacen pensar que las personas somos, como afirmaba al principio de este escrito, imprevisibles. Hay otro tipo de reacciones imprevisibles que los seres humanos podemos manifestar y no precisamente tan conmovedoras como esta, sino todo lo contrario; sorprenden por dejar al descubierto los más bajos sentimientos que el ser humano es capaz de adoptar como filosofía de vida: avaricia, celos…. pero de esos no pienso hablar en este escrito, si es que vale la pena hablar nunca de ellos.

5 comentarios:

LaReinaDelSur dijo...

Es verdad como a veces un simple detalle puede llegarte tanto.
Y más si ese detalle viene de una persona que no está pasando por su mejor momento.
Un beso

Meri dijo...

Cogí tu blog al vuelo buscando entre los actualizados recientemente, y he de decirte que para imprevisible tu pagína ya que me ha sorprendido la agil forma de escribir que tienes.

Es curioso como siempre en circunstancias extremas siempre se produce una curiosa tragi-comedia. Solemos encontrar situaciones que nos hacen sonreir cuando alrededor todo es algo caótico.

Disfruta tus bombones! espero que despues de la tormenta haya llegado la calma..

Saludos!

Mentalizada dijo...

Mmmm... Bomobones......

Anónimo dijo...

Vaya, ¿existe gente así?, no sabes lo que me alegro.
Me has dejado de piedra. ¿Sabes lo que he sacado yo de estar el mes pasado casi 12 horas diarias envuelta en corbatas?...NADA.
Desgraciadamente mi caso es bastante más común que el vuestro.
Creo que ese señor merece ser mentado con nombre y apellidos por el respeto a sus trabajadores que ha mostrado con ese gesto. (Si RESPETO a la vida personal de sus trabajadores)
Envidia cochina tengo.

Anónimo dijo...

es un bonito detalle. da gusto saber que hay empresas que aún cuidan a sus empleados. besotes.