
Más conocidas como amapolas, los ababoles son una especie vegetal a extinguir. Hace muchos años (cuando yo era pequeña, sin ir más lejos) recuerdo auténticas explanadas de amapolas, esas flores de porte delicado que mece el viento. Sus pétalos rojos y sus semillas negras son inconfundibles en mitad de un sembrado, acompañando al caminante a lo largo de los senderos que discurren por el campo o alegrando las cunetas de las monótonas carreteras.
Donde yo vivía de pequeña, las amapolas invadían estos espacios y era un placer abrir los capullos verdes y descubrir, recogidos cual gusanos en su crisálida, los pétalos sedosos. Hace unos días pasé por allí y me sorprendió ver que la alfombra roja que cada primavera se extendía dándonos la bienvenida ya no estaba. Imagino que los herbicidas han acabado con ellas y que sólo en algún reducto de tierra, donde la mano del hombre todavía no se ha hecho notar, sobreviven estas florecillas que tanto color aportan a nuestros paisajes.
Donde yo vivía de pequeña, las amapolas invadían estos espacios y era un placer abrir los capullos verdes y descubrir, recogidos cual gusanos en su crisálida, los pétalos sedosos. Hace unos días pasé por allí y me sorprendió ver que la alfombra roja que cada primavera se extendía dándonos la bienvenida ya no estaba. Imagino que los herbicidas han acabado con ellas y que sólo en algún reducto de tierra, donde la mano del hombre todavía no se ha hecho notar, sobreviven estas florecillas que tanto color aportan a nuestros paisajes.
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