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martes, 22 de enero de 2008

Recuperándonos de algún que otro disgusto

Una empieza a tener edad y experiencia suficiente como para saber que después de una mala temporada, inevitable e irremediablemente acabará llegando una de mejor. En el intervalo de tiempo que media entre una mala racha y otra de no tan mala, o incluso buena, es aconsejable hacer uso de un buen compañero de viaje: el sentido del humor. Mirar las cosas y relativizarlas y entender que por muy mala que sea tu situación, ésta no durará siempre es algo que se aprende con la edad. No en vano esta filosofía queda recogida en no pocos refranes populares del estilo: “no hay mal que dure cien años”, “a mal tiempo, buena cara”, “a grandes males, grandes remedios” o aquella otra que asegura que hay que “saber capear el mal temporal”. Sin duda, desarrollar esta actitud aparentemente despreocupada de la vida, utilizando el sentido del humor como escudo protector de tus más profundos sentimientos lleva su tiempo y es relativamente fácil aplicarla cuando tú mismo eres el afectado por el problema que sea. Sin embargo, esa herramienta tan poderosa y temporalmente eficaz se viene abajo cuando los problemas afectan y conciernen a personas de tu entorno, personas a las que el hecho de verlas sufrir te supera. Ante estas situaciones cabe decir que hay acontecimientos que sí tienen su importancia en su momento y a los que resulta improcedente aplicar el sentido del humor porque realmente no tienen gracia. Aún así, con el paso del tiempo, y sin quitarle dicha importancia, uno debe habituarse no sólo a vivir con eso, sino además debe luchar por encontrar la mejor solución posible al “problema”.

Son muchos los días que han pasado desde el último post en este blog. Son muchos los “problemas” con los que últimamente hemos tenido que bregar. No me importa tener que andar usando el sentido del humor para pequeños “problemas” personales. Sin embargo, me cuesta mucho relativizar los problemas de mis hijas. Han pasado ya casi quince días desde que Anabel cayera de bruces desmayada y como consecuencia de la caída perdiera casi en su totalidad uno de los diente incisivos superiores. Verla con la cara hinchada y sin el diente en su sitio, junto a los lloros desesperados propios de una niña de 10 años que sabe que ese diente ya no volverá a crecer y que teme el dolor que puedan hacerle para arreglar el entuerto, obviando el dolor propio de la caída, ha hecho que me sea imposible hacer alarde de mi sentido del humor.

Una vez superada más o menos la fase de disgusto inicial, es hora de ir encontrando soluciones al problema. Según el dentista, en una primera visita el mismo día de la caída, nos espera una reconstrucción provisional del diente (su boca aún debe crecer mucho y sufrir los pertinentes cambios de las piezas de leche), para no sabe muy bien cómo acabar de mayor porque esto avanza una barbaridad. Pues habrá que ir cogiendo silla en la sala de espera porque esto pinta para largo. Esperemos que entre visita y visita las cosas mejoren, aunque sea ligeramente.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Jolín, pobreta. Dale un besico.
Animo a las dos, yo siempre termino eso de "no hay mal que dure cien años" con "ni cuerpo que lo resista". Prepárate pues para las buenas cosas.

Satrústegui dijo...

Lamento mucho lo que ha pasado Merba. Es verdad que en ocasiones hay cosas que nos superan y donde ya no podemos tirar de la vista positiva.

La vida es así, así suele pasar. Te mando mucho ánimo para ti y para tu niña. Seguro que mejorará todo.

Eufrasia dijo...

Un besito, Merba. Y, por experiencia propia, puedo decirte que los dentistas hacen virguerías.

Dale a tu hija un beso muy grande.

Anónimo dijo...

vaya, siento mucho lo de tu hija, pobrecilla, qué dolor debió de pasar...
a los dentistas hay que dejar de tenerles miedo, que ya no son lo que eran y hacen maravillas.
espero que os recuperéis pronto del disgusto.un besote para las dos.

Isa..Bel.. dijo...

No te conozco, ni me conoces ,llegué a leer esto por casualidad, es de Enero tu post, supongo que tu niña ya está mejor, por no decir bien, lo bueno que ella cuenta contigo y siempre encontrarás la manera de hacerla sentir mejor, estoy convencida que estás haciendo lo necesario y todo les va de lujo en ese sentido.
Estoy mirando el lado positivo, ojalá todos los padres tuvieras esa preocupación...
Un saludo desde Santiago, Chile.