Salvo por el ligero dolor de cabeza con el que amanecí el domingo por la mañana y cuyo latigazo aumentaba conforme
avanzaba el día, este fin de semana pasado ha sido intenso,
apoteósico y digno de compartir, además de con hijos y compañeros, con vosotros.
Tenemos el privilegio de vivir relativamente cerca de un espacio único que conjuga
armoniosamente espesos bosques y llanos sembrados; un espacio en el confluyen barrancos y pantanos que pueden ser observados desde altos balcones o miradores; un espacio surcado de caminos pedregosos que te pueden llevar a recónditos lugares donde avistar ciervos (en las primeras horas de la mañana y últimas de la tarde); un espacio abierto a un cielo azul por el que repentinamente descubres buitres que en persistentes vuelos circulares te acompañan a lo largo del paseo; un espacio de nombre impreciso que encierra todos estos tesoros y más: Allá
Dins.
El vasto terreno que conforma Allá
Dins se reparte entre los términos municipales de
Fraga,
Candasnos,
Bujaraloz,
Caspe y
Mequinenza. El ayuntamiento de
Fraga trabaja esas tierras de secano, sembrándolas cada año de cereal. En el corazón de Allá
Dins está el que se conoce como “mas del
ajuntament”, una
masía donde la brigada de trabajadores pueden comer y dormir en temporada de siembra y cosecha y que fuera de esta temporada y sobre todo durante los fines de semana de todo el año los ciudadanos podemos disfrutar previa reserva (empresa difícil teniendo en cuenta que la mayoría de funcionarios, por el simple hecho de estar dentro, tiene más rápido y fácil acceso).
Hacia Allá
Dins partimos,
pues, todos los miembros que formamos
peña Cap d´alls con mucha ilusión (tanto por parte de los niños como de los adultos), con muchos
víveres, mucha ropa y
aparatejos varios que pudiesen inmortalizar la aventura.
Los paseos fueron combinados
estrategicamente con las comilonas y sirvieron para algo más que para hacer bajar los estragos cometidos a pie de mesa. Vimos buitres, rastro de los escarceos que llevan a cabo los
jabalíes en los barrizales del camino, pisadas de ciervos, barrancos impresionantes desde donde se podía ver el pueblo de
Caspe y su
“mar de Aragón” (en realidad el río
Ebro retenido en su curso en la presa de
Mequinenza) y grandes y monótonas extensiones de sembrado salpicadas por solitarios pinos.
A la
caída de la tarde del sábado, salimos en caravana a bordear un cercano barranco donde los ciervos acuden a pastar. Tuvimos la suerte de ver a dos pequeños grupos, a lo lejos para más tarde adentrarse en el lindante bosque en busca de protección. Un placer y una emoción indescriptibles.
La noche fue dura u corta. Dormimos poco ya que la tertulia nos tuvo en pie hasta altas horas de la madrugada y el madrugón fue considerable (de ahí mi dolor de cabeza machacón con el que fue transcurriendo el domingo).
Una vez en casa, mucho trabajo aún por hacer: lavar la ropa de cama y demás ropa, duchas reparadoras para todos y a dormir pronto las criaturas que al día siguiente había
cole. ¡ Cuánto cansancio y sueño!, pero ¡qué divertido y qué bien lo hemos pasado!
Si alguien desea ver más fotos (incluida la de los ciervos) que se pase por
aquí y por
allá.